martes, 26 de julio de 2011

Un Amigo


    El día no había estado del todo mal, dadas mis circunstancias. Había conseguido renovar el contrato por un mes más con Pianos La Carraca, uno de nuestros peores clientes. El dueño del local donde tengo mi negocio (una modesta multinacional) estaba enfermo, por lo que podría demorar el pago del alquiler quizás un día o dos más. No había aparecido ningún nuevo dolor físico, tenía los de siempre.  Me había llegado la demanda de divorcio de mi ex-mujer (qué raro, después de doce años que llevamos separados ¿se querrá volver a casar?); mi ex-novia saltaba alegremente de página en página, por la red, con su nuevo novio a cuestas. Mi vida social se reducía a mis clientes, con los que me comunicaba por email, mi perro y la ciega de los cupones que siempre me llamaba señora. Estaba empezando a llover, siempre salgo a la calle cuando se pone a llover, eso debe significar algo.

     Me metí en un portal cuando la lluvia fue demasiado fuerte (creo que el último paraguas que compré aún lleva puesta la etiqueta, tumbado en el maletero del coche) y allí, lloriqueando, me encontré con Policarpo. Me gusta tener amigos con nombres agradables.

  - ¡Hombre, Policarpo! ¿qué te pasa? tranquilo... - le di unos golpecitos en el hombro. Me quitó la mano con desprecio.

  - Qué sabrás tú, anda, déjame...

    Me iba a marchar, cuando me agarró de la manga y dijo:

   - Pero ¿donde vas? ¿vas a dejar sólo a un amigo?

   - Hombre, como me has dicho...

  - Claro, y te ibas a ir corriendo así, sin más...

  - Coño, no te entiendo, perdóname...

  - No tienes perdón de Dios. Anda, hombre, vamos a tomar un café o algo.

  - Yo prefiero un whisky, ni café ni algo...

  - Bueno, toma lo que quieras porque vas a pagar tú, no llevo un duro.

  - Estupendo, cada vez me alegro más de haberte visto. ¿Y por qué lloras, cual Magdalena desconsolada?

  -  Bah, no sé si contártelo...

  - Si no me lo cuentas, te va a invitar tu puta madre.

  - Bueno, hombre, no te pongas así, te lo contaré, pero dudo que me entiendas.

  - Bueno, venga. Vamos.


Una vez sentados en la mesa del primer bar que encontramos,  por fin mi amigo se digno a contarme su problema.


  - Chico, estoy que no vivo, la vida es una mierda. He discutido con mi novia. 


 - Dios mío, pensé que me ibas a contar una tontería, como la muerte de un ser querido, un nuevo genocidio, algo trivial...  


  - Que va, ojalá... lleva tres días enteros sin hablarme por teléfono...


 - ¡DIOS MÍO! ¿tres días? ¿con sus correspondientes noches?


 - Sólo me manda SMSs, correos y palomas mensajeras. Oye, no te estarás cachondeando ¿verdad? - dijo, al verme tirado en el suelo como... ejem... como una albóndiga (!).
 
 Me sorprendió la sagacidad de mi amigo.


 - No, no hombre...


 - Tú no lo entiendes. Tú siempre has sido un perdedor, un amargado, un mierda, un...


 - Vale, ya te entiendo, deja de halagarme y sigue contándome...


 - ¿Quieres tomar algo? voy a pedirme una clara, que sea lo que Dios quiera.


  Yo ya llevaba tres whiskys, me pedí otro por acompañar a mi amigo, el pobre desgraciado.


 - Escucha, Policarpo, no es para tanto, hombre... tú no bebes... mejor pide otro café.


  - No, no. Hoy no. Estoy desesperado. Se bebió medio vaso de un trago y luego se aflojó la corbata.


  - Este año - continuó mi amigo - ha sido el peor año de mi vida. La herencia que me dejaron mis padres no llega ni a la mitad de los ochocientos millones de euros que me esperaba.


 - Qué mala suerte, hombre - me compadecí


 - Calla, eso no es nada. Mi palacio de Hoffënklanders tiene una gotera en la sala de las esculturas, tengo a la Venus de Milo sujetando un cubo. Y ahora esto, qué asco de vida...


Se terminó la clara y se pidió otra.


 - Por no mencionar - siguió el pobrecillo - que llevo dos días seguidos perdiendo al poker en el club, mis amigos me preguntan qué me pasa, debo tener un aspecto horrible... 


- Sí, has perdido un poco el moreno y tu cuerpo modelado en el gimnasio parece un poco menos vigoroso. Ya casi no sobrepasas el metro de ancho y tus brazos no son mucho más anchos que mis piernas.


- ¿Ves? esto es horrible... ¿qué puedo hacer?


- No sé que decirte, chico, la cosa pinta mal... salgamos a dar una vuelta.


Yo tenía una leve cojera, producto una noche loca en la que intervinieron dos chicas, cinco litros de vino, dos de vodka, un litro de un líquido inflamable (bastante amargo), medio kilo de cebollas, un juego de cuchillos y mi pierna izquierda. Algo digno de ser olvidado, aunque era bastante difícil hacerlo cuando andaba, creo que lo llaman "tener tumbao", en cada paso mi cadera izquierda rozaba el suelo y, en días oscuros, se podían ver saltar las chispas en la acera. 


Mi amigo empezó a hablar otra vez:


- Tú tienes mucha suerte... este...  he olvidado tu nombre...


- Es igual, los amigos de verdad no necesitan saber el nombre del otro.


- Sabia frase. ¿De quien es?


- De María Magdalena Bárbara Xavier Leonor Teresa Antonia Josefa de Braganza, antes de ser quemada en la hoguera.


- Joder, lo que sabes...


No lo sabes tu bien, macho... le podía haber dicho que murió en la cama después de una larga agonía que provocó la locura de su marido... pero no se lo iba a creer. 


- Pues te decía que tienes mucha suerte, no tienes problemas de amores, que son los peores.


- Coño ¿esa frase es tuya?.


- ¿Qué frase?.


- Nada, nada ¿decías?.


- Pues eso, que no sabes lo que es sufrir de mal de amores.


- Sí, tengo mucha suerte, la verdad.  No sé cómo no voy cantando por la calle.


- Bueno, bueno - siguió hablando Policarpo - aquí estamos, dos viejos amigos hablando de sus cosas... Mira ¿no este es el nuevo puente de la Amistad que están construyendo? estamos justo arriba.


- Sí, mira, hay unas vistas preciosas. Cuidado, que no hay barandilla. Acércate al borde. Un poco más, hombre, que si no, no verás nada. Espera, me acercaré yo.


La fatalidad quiso que mi cadera, juguetona, chocase con la de mi amigo, que perdió el equilibrio. Se mantuvo una décima de segundo con cara de sorpresa, mirándome y estiró los brazos hacia mi, rozándome un poco... me aparté, pensando que me quería pegar y se precipitó al vació.  


Yo sabía dónde vivía su novia, una rubia que quitaba el hipo. Sería el primero en darle el pésame, un amigo es un amigo.

6 comentarios:

  1. Vaya, no mentías cuando decías lo del asesinato. En ciertos momentos he tenido un déjà vu.

    Amigos como tú hay pocos.

    ResponderEliminar
  2. Y cada vez quedan menos... caen por acantilados, se ponen en la trayectoria de una bala o de un trailer... cosas del destino.

    ResponderEliminar
  3. Se dice que no hay peor desgracia que la de ser afortunado, porque si no puedes estar mejor, entonces sólo puedes ir cuesta abajo.

    Lo de la cadera me revolvió un poco las tripas, ay.

    ResponderEliminar
  4. Changa, me sorprende que no te sientas identificada con, por ejemplo, la cieguita de los cupones.
    Estás perdiendo facultades.

    ResponderEliminar
  5. Ah, gracias por darme la oportunidad para soltarte un nuevo reproche. Supongo que eres lo suficientemente inteligente como para saber en qué la cagaste con este comentario.

    ResponderEliminar
  6. Ni lo sé ni me importa, francamente. Sobrevaloras mi inteligencia.

    ResponderEliminar