domingo, 17 de julio de 2011

Edelmiro

Iba yo pensando en mis cosas cotidianas, las cosas de siempre: 


¿Veneno? no tengo, aparte del tabaco. Pero no parece muy efectivo, sólo hace toser...

Ahorcarse, además de requerir una infraestructura que yo no estaba dispuesto a construir, debe ser muy desagradable. 


La ordinariez de tirarse a las vías del metro o desde un séptimo piso estaba descartada de antemano, me tuvieron que empujar una vez para tirarme por un tobogán gigante, no iba a poder. 


Cortarme las venas, pánico a las cuchillas...

De repente, apareció doblando una esquina un viejo compañero de trabajo, al que hacía muchos años que no veía. Parece que iba hablando sólo, no vi que llevase teléfono ni auriculares ni nada por el estilo.

- ¡Hombre, Edelmiro! ¿qué es de tu vida? ¿qué haces?

Se me quedó mirando y contestó:

- Hablo con el Yo colectivo, que siempre contesta. No como el patético Tú, artificial y deformado, una aberración en el tiempo, una quimera en 3-D. En 4-D, algunas veces. Me refiero al Yo que hace un seguimiento perpetuo e incansable a pesar del mal tiempo, a pesar de la felicidad y a pesar del dolor. Es unilateral y es de anti-materia, impermeable a cualquier sentimiento humano, no tiene sentido humillarse ni tiene sentido ensalzarse, es lo que es. Nada tiene sentido fuera, algo fuera del Yo es nada. Ni te aplaude ni te silba, lo sabe todo de ti, no tiene caso indagar. Es el Yo que reconforta el alma porque es el alma de las almas, la comunión eterna. Algunas veces viene en forma de gato y me dice: "Lo sé todo".  Y también me dice que sabe que yo lo sé.

- Vaya, tienes un gato. Yo también - lo dije por decir algo, claro. Él continuó hablando: 

- Las aberraciones del espacio llamadas "personas" irrumpen a menudo en el exterior de la esfera del Yo, alterando levemente propiedades de la percepción, pero no importa. Son fluctuaciones que se corrigen solas, el Yo ajusta los parámetros de forma impecable para que no se pierda la continuidad.         

- Comprendo. ¿Sigues trabajando en notarías?

- Las groseras palabras no pueden explicar el Yo, sólo hablar torpemente de sus efectos; no se puede comprender el tiempo viendo el dibujo de un reloj. La capacidad de dominar los acontecimientos del Yo nada tiene que ver con el concepto secuencial del tiempo ordinario. Los sucesos son como esferas, sin principio ni fin y, a diferencia de las esferas, sin centro. El Yo comprende los sucesos porque forman parte de él, mejor dicho, él los crea y los integra... no lo puedo explicar mejor.

- No te preocupes, hombre. Me he alegrado mucho de verte, espero que que te siga yendo bien. Dale recuerdos a tu mujer y a tus hijos.

Era buen tipo, Edelmiro. Una vez me robó una moneda, pero ya le perdoné.  


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