domingo, 31 de julio de 2011

Llueve


Llueve con agua, llueve con nieve
Llueve de noche y de día llueve
Con tanta lluvia nadie se mueve
Ya sean las siete, ya sean las nueve 
Y si te mojas es porque llueve
Y si las hojas el agua mueve
Es porque llueve, cojones, llueve
Ya te lo he dicho mil ciento nueve (veces)
Me tienes harto, aunque sea jueves
eso no quita que llueva: LLUEVE.

 Genaro Calasparra, poeta del pueblo.

María (versión completa)

   Iba saliendo ya del último bache sentimental, que son cada vez más incómodos y penosos, y ya estaba en la última fase, tirando del hilo pertinaz, a punto de romperse por fin. 

   Ella apareció en un chat, no tardé mucho en encontrarla. Se me da bien eso de ligar por internet, qué le vamos a hacer, uno no va a desaprovechar las oportunidades.

   Era una de esas mujeres que pasan, entre medias de las verdaderas mujeres de tu vida. Suena un poco pretencioso, pero uno ya tiene una edad y, a fuerza de hacer el imbécil con el corazón, ha conocido más mujeres, probablemente, que los hombres de verdad, los que tienen una meta y unos valores sólidos. Bueno, si ese hombre de verdad con metas y valores sólidos es ginecólogo, la cosa cambia, pero ya me entendéis, criaturas.

   Nos conocimos en persona al poco tiempo. Ella preparó una cita romántica en Oviedo, su ciudad, alquilando un apartamento con cama de agua, espejos y pidió una cena a domicilio, para dos. Muy bonito, estuvo bien. Se llamaba Luisa.

   No tenía mal cuerpo y no era fea. No se parecía mucho a la actriz de la que me habló - Todos me dicen que me parezco a... - decía. No recuerdo el nombre de la actriz, pero había entre ellas el mismo parecido que entre Cary Grant y yo, dos gotas de agua. 

  Pasamos una noche divertida y al día siguiente me llevó a su casa, a presentarme a sus dos hijas. Ella tenía cuarenta y dos años y las hijas, catorce y veinte.

   Primero conocí a la pequeña, una niña bastante alta para su edad, que mascaba chicle con indiferencia y me miraba con un poco de asco, me pareció a mi. Creo que solo le faltó darte una patada y escupirme. Se llamaba Ana.

   Luego conocí a la mayor. Vaya mujer de bandera, me quedé boquiabierto. Muy alta, preciosa y con un cuerpo que no tenía nada de sobra y juraría que no le faltaba de nada. Esa chica era una diosa, me acababa de enamorar por primera vez en mi vida, como otra media docena de veces. Nos dimos dos besos y yo empecé a sentirme un desgraciado, otra vez. Se llamaba María.

  Mi nueva novia, la madre de mi nuevo amor, me llevó en un despiste a su habitación y estuvo un rato abusando de mi; no puse inconvenientes, pero ya no me parecía ni guapa ni deseable.  Se había roto el poco encanto que había. Una lástima. Tenía que escapar de allí de inmediato. No podía dejar de pensar en María y no estaba tan ciego como para no ver lo imposible de aquello.

   Cuando nos despedimos, quedamos en seguir con la historia, no me atreví a decírselo en persona. Más tarde, le mandé un cobarde SMS diciéndole algo que a mi me pareció razonable: volvía con mi ex-mujer, aún sentíamos algo, habíamos recapacitado...  muy tierno pero una trola en toda regla.

   Ella me contestó que se preguntaba qué es lo que había hecho tan mal, que le tocaban todos los cabrones. Lo comprendí y creo que reaccionó demasiado bien, dadas las circunstancias.

   Dos días más tarde las cosas transcurrían con la monotonía de los últimos tiempos, aburrida y llevadera, llenando los espacios con las rutinas imprescindibles para subsistir. A media tarde, sonó el aviso de un mensaje en el móvil. No era la propaganda habitual, era un mensaje de remitente sin identificar y decía así:

   "Soy María, la hija de Luisa. Me gustaría volver a verte ¿qué te parece? ¿vendrás otra vez? VEN PRONTO, POR FAVOR. BSS".

 ***

   Lo primero en lo que pensé, obviamente, fue en una trampa. Una retorcida trampa, perpetrada por Luisa, a modo de venganza. Pero deseche la idea rápidamente, nunca había oído hablar de mujeres retorcidas ni vengativas, era ridículo. 

   De todas formas, me quise asegurar y contesté al mensaje, con otro SMS, diciendo más o menos que si era una broma no tenía gracia y que si no, me explicase los motivos del mensaje, que no se puede jugar con los sentimientos de un ser humano y transcribí, a modo de ejemplo, los tres primeros capítulos del libro "Arte, Amor y Todo Lo Demás" de Aldous Huxley, que yo aún no había leído pero me sonaba bien. Me costó diecinueve horas de trabajo y doscientos catorce euros (sin IVA), así que espero que captase la indirecta.

   Suerte que ella tenía mi dirección de correo, porque me escribió al día siguiente, diciéndome que se le había quemado el móvil y que no era ninguna trampa, que no fuera tonto, que yo era... (en fin, no quiero presumir con lo que me dijo, porque quizás exageraba algunas de mis cualidades y me da un poco de vergüenza. Me comparaba con un tal Hércules y le llamaba "enclenque" y cosas por el estilo). Me tenía calado, la cabrona. Quedamos en vernos el viernes por la tarde. 

   Como esto fue un martes, me fui corriendo a la primera clínica de estética que encontré y les pedí que hicieran conmigo alguna mejora, lo más rápido que pudieran. Era un asunto de vida o muerte. Me dijeron que, en ese plazo, como mucho me podían dar un aspecto humanoide, mejor que el de gárgola que tenía ahora.  Los médicos siempre hablan raro, usan una terminología indescifrable. Acepté, aquello me sonaba bien.

   Llegué a la cita unos minutos antes (ciento veinte minutos antes) y me senté en la terraza del bar. Habíamos quedado en un bar, por si no lo dije antes.

  Al cabo de una hora, aproximadamente, llevaba tomados seis cafés y cinco solisombras. El pulso me empezaba a temblar. Hubiese podido coser los bajos de unas cortinas sin usar una máquina (la imagen me hizo gracia, pero escrita pierde mucho. Lo siento, no voy a pensar otra cosa a estas alturas).

   Unos minutos antes de la hora, cuando yo ya estaba a punto de sufrir un colapso nervioso, una mano me tocó el hombro y una voz femenina dijo "Hola" a mis espaldas. 

   Me di la vuelta y allí estaba. Dios mio, era una diosa resplandeciente. Llevaba un vestido tan ceñido que parecía de goma verde, medias negras y zapatos con tacones de aguja, había venido a arruinarme la vida.

   - ¡Ana! ¿qué haces tú aquí? ¿dónde está María?

   - ¿No te gusto? - dijo, con coquetería - ¿no estoy tan buena que me rompo?.

   Ya no mascaba chicle. Le pegaba más fumar un cigarrillo con boquilla de metro y medio. Se sentó a mi lado, por donde casualmente venía el sol, tapándolo con un contraluz con el que yo había soñado toda mi vida. Ni tenía allí la cámara de fotos ni podía dejar de mirar aquellos labios rojos, ni sabía quien era ni por qué me pasaban aquellas cosas maravillosas de vez en cuando. Desperté y hablé.

   - Ana, eres una cría. No me gustas, por favor, esto no está bien... 

   Cruzó las piernas y estuve a punto de tirarme sobre ella, pero me contuve.

   - ¿Por qué has montado este lío? - le dije - ¿ha sido tu madre?

   - ¿Mi madre? - puso la cara de asco del primer día - No digas chorradas. Me gustan los viejos, me pones a mil, carroza. 

   Acercó su silla hacia la mía, de manera que su cuerpo y el mio quedaron pegados. Su olor era lo que me faltaba, embriagador, como se suele decir.   

   Ella tenía catorce años y yo estaba pensando en si merecería la pena pasar una larga temporada en la cárcel siendo violado por cerrajeros turcos a cambio de una noche (o quince minutos) de pasión. Me sorprendí haciendo una lista mental con los pros y los contras.      

   Me di cuenta o me pareció darme cuenta, de repente, de que eramos el centro de las miradas de la gente sentada en las mesas de alrededor. Me sentí tan incómodo que le pedí que nos fuéramos de allí inmediatamente. El camarero dijo que estaba de acuerdo en eso, pero que le pagase primero. 

   - ¿Me llevas al hotel? - me dijo la cría, enhebrándose en mi brazo, mientras andábamos por la calle.

   - Sí - contesté. No podíamos ir a un sitio más tranquilo, me temía que en cualquier lugar con público íbamos a llamar la atención. La gente es muy mal pensada.

   En el hotel, el recepcionista me dio la llave, haciéndome un guiño de complicidad mientras me daba con el codo y señalaba con el dedo a Ana, haciendo gestos obscenos. Era discreto el chaval.

   Llegamos a la habitación. Yo tenía que poner las cosas claras: no iba a pasar nada, yo no era un pervertido. Bueno, sí lo era, pero no tanto. La niña estaba para comérsela, eso es un hecho objetivo, pero tenía catorce años, aquello no podía ser. Aunque en algunos pueblos de África ya tenía edad para vestir santos, estábamos en un país aún sin civilizar y no dejaban hacer ciertas cosas.

   Pero no iba a ser fácil, ella parecía tener muy claro lo que quería. Desde luego, en varios aspectos, era más mujer que otras mucho mayores que ella. 

   Pensé que la mejor táctica era la agresividad, porque la timidez le daría más fuerza. En cambio, si la asustaba, tal vez entrase en razón. Empecé la actuación.

   - Bueno, zorrita, ya estamos aquí. Desnúdate y túmbate, que te voy a echar el polvo de tu vida. Nunca vas a olvidar este día, pequeña puta. O te desnudas tú o te desnudo a hostias, venga, ¡YA! - Me di miedo incluso a mi mismo, qué chulo era, que machote. Yo creí que ella iba a salir corriendo, asustada. Pero no. Se me quedó mirando, con la boca abierta, con gesto de sorpresa...

   Entonces se abrió la puerta del baño y apareció María, solo cubierta por un ligero picardías, que dejaba ver su perfecto cuerpo, a contraluz. Es curioso que en mi vida haya tantos contraluces, y siempre me pillan con la cámara guardada en un cajón.

   - Eres un cabrón y un hijoputa - aquello parecía South Park - sabía que eras un cerdo, pero por un momento llegué a tener esperanzas de tener algo serio contigo. Que asco, qué decepción tan grande...

   - Pe... pero María, esto no es lo que parece, yo intentaba...

   - Intentabas follarte a mi hermana, cacho cabrón, lo he oído todo. Ahora mismo voy a ir a denunciarte, pervertido hijo de puta.

   - Que no, María, que te juro que no es eso, que yo...

   - Que tú eres una puta mierda de tío, un viejo verde, pederasta, pedófilo y pedorro. Suerte que te he calado antes de hacer nada serio contigo. Me sentí mal cuando pensé en esta prueba, pero ahora me alegro. Me dan ganas de vomitar sólo de pensar en que podía haberme acostado contigo, hijo de la gran puta.

   - Entonces... ¿de lo dicho, nada?

  - Si, claro que sí. Te he dicho que te iba a denunciar y a eso voy a ir. Vámonos, Ana.

   Ana sacó un chicle, se lo metió en la boca, lo masticó, me miró con asco y, por último, me dio una patada en la espinilla.

   Dieron un portazo al salir, como tenía que ser. Me pregunté que pasaría con María, iba a ir por todas partes en picardías, un bonito espectáculo para el público en general. Sobre todo para el público a contraluz.

   Y se acabó. Aquella aventura terminó con más pena que gloria, como casi todas mis aventuras. 

   Hace unos minutos me acaba de llegar un SMS, de remitente desconocido, dice así:

   "Quiero un día como el que me prometiste, viejo. Me lo debes. Ana".

   Joder, no sé que hacer.

Mis Reyes Magos


    No sé qué va a salir de esto, no estoy especialmente rencoroso. De verdad. Es que he recordado cosas de mi niñez, ya ves... 

   Vi, en casa de un vecino, mi primer Scalextric. Y no era uno cualquiera, tenía dos pisos. Yo, seis años y un Scalextric de dos pisos, para mi era el Jarama. ¿Yo qué sabía si el Jarama tenía uno o dos pisos?. 

   Un tío de mi amigo y vecino Toñín, un tipo guapo, de aspecto triunfador, con cochazo y pasta, había montado el circuito en casa de mi amigo, para goce, disfrute y admiración de los mocosos del barrio. Los coches rugían... pasaban por delante de nuestras narices, era maravilloso...

   Se lo pedí a los Reyes Magos.  En mi casa, mis mayores, se debían descojonar con la carta. No precisamente por poner Scalextric con hache ni nada de eso, no. Yo estaba pidiendo la Luna. 

   No sé que tocaría ese año, el fuerte de madera con indios y vaqueros, balón, pistolas y cartuchera con sombrero de vaquero... el tema vaquero era bastante recurrente.

   Tuve que olvidar el puto Scalextric, claro. Si mal no recuerdo (o sea, quiero decir que sí recuerdo mal) al año siguiente pedí algo más asequible. Un pack (antes se llamaba "una caja") con un rifle del FBI, esposas, chapa y todo eso que te hace agente del FBI, una pasada.

   Y aquí viene el origen de un asesino en serie. 

   Había una carta de Melchor o Gaspar (el negro no era, eso seguro), en la que ponía que no les quedaban esas cosas que pedí, pero en su lugar me regalaban otra puta mierda, no sé si un cañón de plástico con un muelle que disparaba bolas grises o algo relacionado con los cow-boys, pero no fue eso, no...

   La carta la había escrito mi hermana mayor (tengo tres hermanas, dos mayores que yo y otra, evidentemente, menor, un par de años menos que yo).

   La carta la había escrito ella, tenía su letra característica, no había disimulado ni un pelo. Es más, en el suelo había un papel arrugado con otra carta parecida pero que había sido desechada. 

   ¿Por qué me hiciste eso? me tomaste por gilipollas; me sentí insultado y humillado. Yo ya sabía lo de los Reyes, creo que lo sabía CASI seguro, no fue traumático... ¿o sí? nunca olvidaré lo mal que me sentó aquello. 

   Mi padre había muerto hacía pocos meses. Dejó una viuda con ocho hijos, cinco chicos y tres chicas, el mayor de veinticuatro años y la menor, mi hermana pequeña, de cuatro.

   Cogí un hacha y los maté a todos, a mi madre y a mis hermanos. Y a una vecina que tuvo la mala suerte de ir a pedir un poco de sal.

   Pero ese es otro tema, a lo que iba es a lo del Scalextric, que me disperso.

sábado, 30 de julio de 2011

Amy Winehouse

¿Sabéis quien se murió el otro día?





 La drogadicta esa, la borracha promiscua... se lo tenía merecido.





 La vida sigue.

 Mucha gente se muere.

 Una más...





   


  Pedazo de palurdos de mierda, qué asco me dais... si supierais quien era, si supierais lo que os habéis perdido... vuestros nietos le pondrán altares y pensarán que vosotros tuvisteis suerte al conocerla, así funciona la tradición: es una mentira. A saber en qué se parecía Jesucristo a los muñecos que venden hoy, con su imagen.


We're Gonna Have a Real Good Time Together



The Velvet Underground



We're Gonna Have a Real Good Time Together.

Podemos pasar un rato realmente bueno juntos.

Ésta es la letra casi completa (más o menos). Ya está. Fácil ¿no?

EL MÁS ALLÁ (Epílogo)


   Soy tan chulo que, además de terminar mi primera historia, con sólo 52 años, me permito el lujo de ponerle un epilogo.Y espérate que no haga una saga.

CHAPA EPILOGAR

   He tenido una visión extraordinaria. No es la típica visión que te llega después de seis vermús secos y tres porros, no, esto ha sido algo especial.

   Ha sido una especie de telegrama psíquico, remitido por Frank Zappa. Dice así:

   Usted ha sido castigado con tres penas. STOP. Sólo le hemos informado de dos. STOP. Le adjuntamos la tercera. STOP. Que le den, jajaja STOP.

   Por la presente nosotros, fantasías de un tipejo aprendiz de todo y maestro de nada, declaramos que ha sido castigado con la pena de... (rogamos que alguien haga redobles de tambores o algo)...

   No volver a ver en su blog comentarios de brujas malas, afilados como dardos e hirientes como dagas, pero al mismo tiempo, graciosos y originales, aunque no podemos impedir que escriba un tipo que mató al Minotauro a puñetazos, hasta ahí no llega nuestra osadía.

   Cojones, suicidarse es peor de lo que pensaba.

  

EL MÁS ALLÁ (V)


CHAPA V (ya queda poco)

    Para ser una puerta tan imponente, el cuartucho donde entramos era algo ridículo y anticuado, era uno de esos pequeños despachos de los juzgados de los años sesenta. Los conocí cuando mi padre me llevaba con él a su curro. Yo debía tener unos cinco añitos (que son años de 365 días, pero si eres un niño, son añitos). 

  - Siéntese, por favor - me dijo Frank Zappa, o un tipo igualito que él. Me senté y continuó hablando:

  - O sea que suicida ¿no? - tamborileó con los dedos en la mesa.

  - Sí señor - dije, tímidamente, mientras mordía el ala de un sombrero que me acababa de aparecer en las manos.

  - Vaya, vaya, vaya... ¿motivos del suicidio?

  - No me diga que tengo que explicar eso...

  Se fue levantando de la silla, lentamente, mientras me miraba y, cuando estaba a mitad de camino, dio un fuerte golpe en la mesa con la mano abierta y bramó: 

  - ¿Explicarlo? ¿cómo se atreve? ¡Naturalmente que tiene que explicarlo!.

  - Bueno, ya lo puse en mi blog bien claro...

  - ¿Acaso ve por aquí ordenadores? ¿ve algún teléfono? ¿cables?

  - ¿No tienen Internet? yo creía que...

  - Usted no creía nada, usted jamás pensó en este sitio, por lo tanto no podía creer nada de él.

  - Está bien, perdone...

  - Perdonado. Y ahora ¿podría explicarme por qué se suicidó?

  - Pues... es que no quería volverme viejo.

  - No parece usted un niño precisamente...

  - No quería volverme MÁS viejo.

  - Ya, pero no me lo creo. Tiene que haber algo más.

  - Estaba en el paro.

  - Tampoco vale eso. Además, aquí sabemos que cuanto más paro hay, es mejor para un país ¿cuando aprenderán?. De todas formas, usted no tiene problemas de dinero.

  - No, de momento.

 - ¿Y por qué no se ha esperado a pulirse la guita (como decimos aquí) para matarse?

  - Es que también estaba triste, no me apetecía vivir más.

  - Vaya, hemos llegado al grano, el amor ¿no?

  - El desamor, más bien.

  - Deja de hacerte el listo conmigo, con tus intentos de ser original, gilipollas, no soy una niñata.

  - Vale, perdona. Perdone.

  - ¿Y la canción esa de despedida, qué?

  - Salió al azar... resume muy bien mi estado de ánimo...

  Empezó a dar saltos por el cuarto y a hacerme burla, iba vestido con ropa de rayas de colores y de sus manos salían globos también de colores, una fiesta de colores, podríamos decir.

  -  Resume mi estado de ánimo, soy una nena, resume mi estado de ánimo, soy una nena, tra la la

  - No me ofendes, más bien siento vergüenza ajena ¿qué edad tienes? eres más payaso que yo.

  Se volvió a sentar. Se me quedó mirando y volvió a hablar:

  - Vamos a ver, pedazo de mierda. ¿No te presentamos a Lou Reed hace treinta años?

  - ¿Presentarme? ¿ustedes?

  - Déjate de chorradas, fue hace treinta años y decía las mismas paridas que ahora, ya sabes. ¿No te ponías melancólico y triste y desdichado y todo eso? ¿por qué no te mataste entonces?

  - Lo pensé, no creas...

  - Pensaste en el suicidio, en los románticos, en la pena que dejarías, pero no te mataste.

  - Claro, por la mañana vivía, hacía cosas, tenía amigos, familia... por la noche me melancolizaba un rato, nada más...

  - Comprendo. Un melancólico de pastel o de postal. Pues esa es la idea, diviértete un rato pero no te mates, imbécil.

   - A mi no me parece divertido y, además, ya es tarde.

   - Sí, por desgracia. O tal vez no...

   - ¿Cómo?

   - Espere un momento. - toco un botón que acababa de brotar de la pared - Que venga Lou Reed

   - ¿Qué? - dije yo - ¿Se ha muerto?

   - Qué muerto ni qué cojones, no digas chorradas.  
   
  Entró Lou Reed por la puerta, muy serio y chulito. 

  - ¿Qué pasa, babys? - dijo en perfecto castellano de Valladolid.

  - Aquí, el amigo éste, que dice que se ha matado por tu culpa.

  - Eh, oiga, no es eso, yo no he dicho eso, no.. no es cierto, yo...

  Lou Reed me dio una colleja para que me callase, y funcionó.

  - ¿Qué pasa? - dijo Lou - ¿tan mal lo hago? - y se empezó a reír con carcajadas en perfecto castellano antiguo.

  - No, si a mi me gustabas mucho...

  - ¿Eres maricón?

  - No, no lo soy, me gustaba tu música.

  - ¿Ya no te gusta?

  - No quise decir eso.

  - Bueno, ya vale - zanjó Frank Zappa - vamos a solucionar este tema de una vez. Tú, Lou Reed, a partir de ahora, vas a cantar coplas. Única y exclusivamente coplas ¿entendido?

  - Entendido - dijo Lou, ya vestido de coplero - Hasta pronto, ay ay ayyy my jacaaa...
 
  Y se marchó.

  - Bueno, esto ya está - dijo Zappa - y tú, Anacleto, quedas castigado con este nuevo nombre y vas a volver a la tierra, a tu mundo, pero ahora vas a ser un fan de Manolo Escobar.

   - Pe... pero... no lo entiendo...


  - Escucha, memo: eres solipsista ¿no? por lo tanto, el mundo es producto de tu imaginación. Pero no eres tú el que tiene que construir el mundo a tu medida, somos nosotros, tus propias fantasías. Y, por cierto, vaya mierda de fantasías que tienes, macho, vergüenza me daría a mi. Pero el caso es que todo el esfuerzo que realizamos para complacerte, lo quieres joder con un veneno ridículo, de eso nada. Vas a volver a tu sitio como un buen chico y te vas a hacer viejo y a pudrirte por dentro y por fuera como tiene que ser, tranquilo que ya te queda poco.


  Luego sacó una porra de acero cubierto de goma y me atizó en la cabeza.


  Y aquí estoy, buscando vídeos de Mi Carro por toda la red.


                                               FIN


viernes, 29 de julio de 2011

EL MÁS ALLÁ (IV)

CHAPA IV

  Estaba en alguna parte. Lo importante es que estaba, era yo, no había desaparecido ni me había integrado en un super-Yo gigantesco ni estaba encadenado a un horno echando leña mientras me daban latigazos ni estaba tocando el arpa a la derecha de un venerable anciano barbudo. Y me dolía la cabeza, no estaba muerto, eso estaba claro. Pero ¿dónde estaba?.

  De momento, estaba de pie. Era la primera vez en mi vida que me despertaba de pie, aunque una vez me desperté conduciendo mi Vespa de 160 cc., no sé si eso vale. 

  Mirase donde mirase, veía blanco. Bueno, no parecía malo del todo; peor hubiera sido ver rosa o morado, o no ver nada, aunque... esto era raro de cojones. Yo iba vestido igual que... que ¿cuando estaba vivo? ¿ayer?. 

  Allí no había nadie, no había nada, era el concepto del limbo que yo tenía. Estaba apañado, en el limbo y sin tabaco. Y sin bares a la vista. Y lo peor de todo era yo, seguía siendo el mismo, no había olvidado mi vida ni mis rollos, tenía ganas de fumar y me dolía la cabeza. Tal vez esto era mi infierno. 

  De repente, surgió un tipo de la nada, frente a mi. Iba vestido de negro, con un traje un poco hortera, con pantalones de campana y un sombrero cordobés. Se parecía bastante a Peter Falk, incluso yo diría que tenía un ojo de cristal.

 - Buenas - dijo - se llama usted Anacleto Pacotilla Trujas...

 - No, gracias al cielo.

 - No se lo estoy preguntando, señor. Le estoy diciendo como se llama desde ahora. Le ha tocado ese nombre, es lo que hay.

 - Oiga, perdone... ¿esto es el infierno?

 Se me quedó mirando como si yo estuviera loco.
  
 - ¿El infierno? ¿de qué me habla? ande, acompáñeme, por favor.

 - Pero ¿donde estamos?

- ¿Qué más le da a usted, señor? ¿no se ha quitado la vida? - miró unos papeles que le habían aparecido en las manos - sí, usted es el que se mató con  esa canción amariconada...

 - Oiga, perdone, no sabe usted lo que dice, señor... señor... 

 - Sí, puede llamarme señor, vamos.

   Se puso a caminar y yo le seguí, por aquella llanura blanca. De manera que me había matado de verdad. Pero seguía siendo yo, me repetía... ¿dónde estaré? ¿qué es esto? ¿dejarán fumar? ¿aquí se come alguna vez? ¿habrá chicas?...


  Como si se tratara de un videojuego, surgió de esa nada blanca una enorme puerta metálica, plateada. Rebusqué en mis bolsillos pero no llevaba horquillas. No hizo falta,  mi nuevo amigo señor la abrió tocándola con el dedo. No hizo ningún ruido. Tuve miedo, podrían salir mutarachas o roboescorpiones, no sabía qué podría pasar y yo sin armas. Y sin tabaco. Qué asco de... de vida, o lo que sea esto...



  



EL MÁS ALLÁ (III)


CHAPA III

  Como decía en la chapa I (¿no la has leído?) estaba todo resuelto y terminado, mis asuntos terrenales zanjados y el veneno ideal, probado con éxito en la chapa II.


  Tardé en elegir la música, no podía ser cualquiera. Pero son tantas canciones y tan poco tiempo... ¿con cual quería marcharme? ¿alegre, triste, melancólica, simpática?.


   Creé un directorio donde puse unos cientos de canciones posibles; las cambié el nombre de forma aleatoria y elegí la número 17, un numero que siempre me ha gustado, ni sé por qué ni me importa. 


   El resultado fue impresionante. Para mi, claro. El azar es tan sospechoso a veces que parece diseñado por alguien, no puede ser que algunas cosas pasen porque sí.


   Caroline Says II, de Lou Reed. Una canción de canciones, una de esas que me puso los pelos de punta en cuanto comprendí la letra; ya me los puso antes, sin entenderla, pero algo se intuía... 


   Bebí el vaso con el veneno, de un trago.







Caroline Says II

Caroline says - as she gets up off the floor
Why is it that you beat me
it isn't any fun

Caroline says - as she makes up her eyes
You ought to learn more about yourself
think more than just I

But she's not afraid to die
All her friends call her 'Alaska'
When she takes speed, they laugh and ask her
What is in her mind,
what is in her mind

Caroline says - as she gets up from the floor
You can hit me all you want to,
but I don't love you anymore

Caroline says - while biting her lip
Life is meant to be more than this -
and this is a bum trip

But she's not afraid to die
All her friends call her 'Alaska'
When she takes speed, they laugh and ask her
What is in her mind
what is in her mind

She put her fist through the window pane
It was such a funny feeling

It's so cold in Alaska
It's so cold in Alaska.

traducción de Javier Calvo y Cruz Rodríguez Juiz, en Lou Reed. Atraviesa el fuego. Todas las canciones, Reservoir Books-Mondadori, Barcelona, 2000).

Caroline dice mientras se levanta del suelo
¿POr qué me pegas? No es divertido
Caroline dice mientras se maquilla el ojo
Tendrías que pensar más en ti mismo y no solamente en mí.

Pero no tiene miedo a morir
Todos sus amigos la llaman Alaska
Cuando toma speed se ríen y le preguntan
En qué está pensando
En qué está pensando

Caroline dice mientras se levanta del suelo
Puedes pegarme todo lo que quieras, pero ya no te quiero
Caroline dice mientras se muerde el labio
La vida ha de ser más que esto y esto es una mierda.

Pero no tiene miedo a morir
Todos sus amigos la llaman Alaska
Cuando toma speed se ríen y le preguntan
En qué está pensando
En qué está pensando

Ella atravesó el cristal de la ventana con el puño
Fue una sensación muy rara

Hace mucho frío en Alaska
Hace mucho frío en Alaska
Hace mucho frío en Alaska


jueves, 28 de julio de 2011

EL 1 DE ENERO DEL 2001 Y EL HUEVO


Hoy toca mala leche, porque el mundo está plagado de idiotas y eso me cabrea; quisiera ser el único idiota, pero no... hay miles, qué asco...

El paleto me mira seriamente y lo suelta, quedándose tan a gusto, como diciendo: "joder, digo unas cosas tan sesudas como...  como un tío listo de verdad".

- ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

Saco el hacha que me acabo de comprar para partir pistachos (aún lleva la etiqueta colgando de un hilo) y se la hundo en la cabeza, con aburrimiento, uno más...

Vaya, he sido cruel. Debería habérselo aclarado, pero es tan obvio... en fin, le habría dicho: La primera gallina nació de un huevo, imbécil. Todas las gallinas nacen de un huevo. ¿Que quién puso el huevo? pues un animal que no era una gallina, aunque muy parecido: un gallinardo. O gallípodo o tal vez un caracol agallinado, nadie lo sabe. Eso es irrelevante.  

  Y me acordé de un tipo que sostenía (como otros muchos) que el siglo XXI empezaba el año 2000. A cualquier argumento lógico, decía: "no me convences, no me convences"... un copypaste humano.

  En fin... nadie sabe la fecha exacta del nacimiento de vuestro señor Jesucristo. De hecho, no está muy claro si llegó a nacer, pero eso tampoco importa para el tema (si es que esto es un tema) al que me refiero.

  Para medir el tiempo, para que todos sepamos que mañana es 29 de Julio de 2011 (¿no?) a alguien (un tal Julio o un tal Gregorio) se le ocurrió, después de hacer muchos cálculos (con un ordenador Sinclair de 1K o quizá algo más antiguo), la fecha exacta: 1 de enero del año 1. Lógico ¿no? nuestro calendario depende de esa fecha. Hoy hace 2011 años, 7 meses y 28 días que nació. Sea verdad o mentira, hemos llegado a ese convenio. No todos, claro. Pero el tema de los calendarios chinos, por ejemplo, no lo domino mucho. Si eso, otro día.

  Pues bien, el siglo I terminó el 31 de Diciembre del año 100, hasta el más tonto sabe que un siglo son 100 años (del 1 de enero del año 1 al 31 de Diciembre del año 100 van cien años justos, cuéntalo con los dedos, incrédulo)

  Por lo tanto, el siglo II empieza el 1 de Enero del año 101

  Por lo tanto, el siglo IX empieza el 1 de Enero del año 801

  Por lo tanto, el siglo XV empieza el 1 de Enero del año 1401

  Por lo tanto, el siglo XXI empieza el 1 de Enero del año 2001


Entonces, extrapolando ambos argumentos y haciendo unos sencillos cálculos matemáticos, tenemos que la primera gallina nació el 11 de Agosto de 12012 antes de Jesucristo, a media tarde. Vosotros mismos podéis calcularlo, si no me creéis. O a lo mejor saco el hacha, ya veremos.