martes, 12 de julio de 2011

El Caso Sin Nombre (I)


           CAPITULO I

     El teléfono me sacó de un sueño donde yo estaba al borde de un acantilado y el viento frío me daba en la cara, mientras estrangulaba a un tipo canijo con bigotito, una especie de imitador de Charlot en mallas,  que estaba tocando una gaita endemoniada.

   Algo muy grave tenía que pasar para despertarle a uno a las once de la mañana.

 - ¡Dígame!

 - Quisiera hablar con Larry McNamara Porras

 - ¿Padre o hijo?

 - Por mi, como si se pone el Espiritu Santo ¿es usted?

 - Sí, pero no hace falta que se ponga tan borde...

   En realidad mi verdadero nombre es Raimundo Falete Torras, pero preferí cambiarlo al hacerme detective privado, a la gente le gustan los nombres raros.

   El tipo siguió hablando:

 - Perdone, pero le llamo por un asunto de gravedad. ¿Conoce usted a Mary Jane Cebollera Truños?

  - ¿La que vive en Trebujena?

 - Pero vamos a ver ¿a cuantas  Mary Jane Cebollera Truños conoce usted?

 - Vale, sí, la conozco ¿qué pasa? ¿quien es usted?

 - Soy el subcomisario Picatoste, de la comisaria central de Almendralejo. Necesitamos que venga usted aquí lo más pronto que pueda.

  - ¿Hoy es miércoles?

  - Si señor

 - ¿Le parece bien el lunes que viene, por la tarde?

 - Pero ¿qué cojones está usted diciendo? ¿no le importa su amiga Mary Jane?

 - Hombre, sí, pero en realidad amigos, lo que se dice amigos, no eramos

 - ¿Por qué dice "eramos"? ¿acaso piensa que le ha pasado algo?

 - Hombre, me imagino que estará muerta y tendré que identificar su cadáver o algo así. No me van  a despertar de madrugada por una tontería.

 - Son las once de la mañana. Por favor, necesitamos que venga usted ahora mismo.

Llegué a la comisaría a las tres de la tarde porque tuve que volver dos veces a casa; la primera, a dar de comer al gato porque me olvidé con las prisas. Y la segunda, a vestirme, las prisas...

En la comisaría pregunté por el almirante Picatoste (no recordaba el rango, esperaba haber acertado) y el policía que me atendió señalo hacia el frente con la cabeza, repetidas veces. Miré en la dirección que señalaba pero lo que había allí era una pared con un póster de una playa, de Albacete si no me equivoco. Miré al poli y seguía señalando repetidamente a la pared. Entonces, caí en la cuenta. Era un tic. Debí sospechar que las esposas que llevaba en las manos y el traje de rayas no eran propias de un agente de la ley. Entonces, se me acercó un poli de verdad. 

- Acompáñeme, por favor - me dijo - El subcomisario Picatoste le espera en su despacho. Hoy está en la segunda planta.

- ¡Vaya! - exclamé - ¿cuantos despachos tiene?

- Bueno, sólo tiene uno, pero está ubicado en un viejo ascensor inutilizado. Cada noche, misteriosamente, se mueve de un piso a otro, de forma aparentemente aleatoria. El mes pasado, en concreto el día 22, no sólo cambió de piso. Nos costó encontrarlo porque estaba en el edificio Bracamonte, a seis manzanas de aquí.

- ¡Vaya! - volví a exclamar y no dije nada más, no sabía que decir.

Al llegar a aquel particular despacho, me encontré cara a cara con el tal Picatoste, un tipo canijo y enclenque, de dos metros de alto por dos de ancho, que encajaba perfectamente en aquel ascensor, parecía un traje a medida. 

Después de hacer las presentaciones,  Picatoste fue al grano.

- Tenemos a su amiga en los calabozos. Está detenida por sospechosa de asesinato.

- ¡Cojones! - exclamé - ¿Y a quien se supone que ha matado?

- A Rhonda Warrington Trescarriles ¿la conoce?

Me quedé mudo. Me quedé mudo, sordo y ciego. Me quedé muerto. No podía ser. Rhonda... 

- Digo que si la conoce ¿me escucha?

- Sí... sí... la conozco pero... ¿está muerta? ¿dónde está? ¡No puede ser!

- Verá, en realidad no sabemos donde está, pero tenemos muchos indicios de que está muerta.

- Ah, vale, indicios, indicios... No saben si está muerta ¿verdad? no lo saben con seguridad. ¿Me equivoco?

- Yo creo que sí. Encontramos su apartamento lleno de sangre y a su amiguita Mary Jane allí, sentada en una silla, completamente inmóvil. Tenía un cuchillo en la mano y lo apretaba fuertemente. Tanto el cuchillo como ella misma estaban cubiertos de sangre. 

- Comprendo. Apuñaló a Rhonda y se la comió ¿verdad? si no lo hizo, ¿dónde está el cadáver?

- Reconozco que aún no lo tenemos resuelto, faltan muchos cabos sueltos...

- Y un cadáver. No lo olvidemos.

- Sí, está bien, un cadáver. Verá, no somos capaces de que su amiguita...

- Mary Jane

- Sí, Mary Jane. No somos capaces de sacarle ni una palabra, no quiere hablar. Supimos que era ella por su DNI y en cuanto a usted, sacamos su número de teléfono de la agenda de su móvil.

Me quedé sorprendido. Tenía un móvil en el que cabía mi nombre completo ¿donde íbamos a llegar con tanta tecnología? 

- Queremos que hable usted con ella, por favor. Necesitamos saber, no podemos hacer nada sin tener por donde empezar.

Mary Jane... una rubia despampanante que me hizo feliz cuando yo estaba cayendo por un abismo oscuro y frío. Llegó con su vestido negro ajustado y sus tacones de aguja y cambié la muerte por el sueño. Vino para acompañarme un par de horas y estuvo una semana gloriosa, inolvidable. Yo era, por decirlo de alguna forma, un tipo desgraciado con suerte. Nunca me quiso, eso era ser desgraciado. La tuve para mi una semana, eso fue suerte.

- Está bien, hablaré con ella, pero exijo que estemos a solas y nada de grabaciones ni escuchas ni polladas de esas tecnológicas ¿de acuerdo?

- Bien, pero nosotros necesitamos información. Por cierto ¿de qué conoce usted a la tal Rhonda?

- Fuimos... bueno, estuvimos liados una larga temporada...

Rhonda... joder, estuve loco de verdad por ella. Aún sentía escalofríos en las tripas cuando pensaba en ciertas cosas que hicimos y en su risa y en su voz. Y sentía aún más escalofríos al  recordar lo que me hizo, la muy hija de puta. Bueno, quizá estuviese siendo injusto con ella, quizás hizo lo que tuvo que hacer. De cualquier forma, no tenía remedio y aquella agonía quedo atrás, por suerte para mi. Deseaba de todo corazón que no hubiese muerto, que fuese un absurdo error.

Picatoste estaba hablando sin parar, pero yo no le escuchaba. Creo que él lo sabía y paró de hablar. Curiosamente, en ese momento, empecé a escucharle. Como no hablaba él, lo hice yo.

- De acuerdo, llévenme con Mary Jane

Aquél edificio, por un error de diseño, tenía los sótanos en la séptima planta, por lo que empezamos a subir hacia los calabozos.

1 comentario:

  1. ¿Para cuándo el siguiente capítulo? Me muero por leerlo (¿o es de la risa?).

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