jueves, 28 de julio de 2011

EL MÁS ALLÁ (II)

Resumen de la CHAPA I: Estaba en la puerta de la casa de mi amigo, su mujer me invitó a entrar y entré.

CHAPA II

   Ella iba delante... yo iba detrás (creo recordar); su cuerpo tapaba la ventana que iluminaba el pasillo y a contraluz se podía ver perfectamente lo que llevaba debajo del camisón: nada.  El por qué entra luz por una ventana a las tres de la mañana no me importaba en absoluto. Ella andaba despacio, contoneándose y yo... en fin, mi idea era probar el veneno con ella pero ya me hubiese gustado probar un par de cosas antes... algo ciertamente imposible, ella siempre me rechazó. Nunca me lo dijo claramente, sólo una vez lo insinuó en una frase que nunca olvidaré: "Antes follaría con un gordo sudoroso sidoso, pichafloja y apestoso que contigo". Tampoco sabía mucho de sus gustos sexuales, pero me sonaba a rechazo, soy algo puntilloso.

  Me invitó a sentarme mientras ella iba, según me dijo, a ponerse cómoda... "sirve un par de copas" añadió, desde la habitación.

  No podía haber sido más fácil, desde luego. Preparé mi copa (whisky con hielo) y la suya (dos gotas de limón, 10 cl. de granadina, 1/4 litro de wodka, 5 cl. de agua, 14 gotas de salsa de soja y un litro de anís) y le añadí el veneno. 

  De repente, aquello explotó haciendo el vaso añicos y desparramando el cóctel por todo el salón y por mi mismo. Tal vez puse demasiada agua...

- ¡¿Qué ha pasado?! - gritó ella - ¿qué has hecho?

- Na... Nada - contesté - He puesto un disco de la Velvet Underground.

- Bueno, pero baja el volumen.

 Tras diversas pruebas insatisfactorias, comprobé que el veneno, añadido a la horchata, es un compuesto bastante estable, aunque le da un tono rosa brillante a la mezcla. Le diría que es un nuevo invento mío, considerado un experto en cócteles por ciertos sectores de la comunidad islámica.

  Por fin, cuando ya me había tomado tres o cuatro whiskys y me había comido todos los frutos secos y un par de latas de arenques, ella salió. Me quede boquiabierto y ojiplático.

  Llevaba, por toda ropa, unas botas de montar que le llegaban hasta el origen de las piernas, un jersey de cuello alto de pura lana virgen, un abrigo de pana, largo y con capucha y un casco de bombero. Estaba preciosa, si es que era ella.

  Le ofrecí la bebida, la admiró, sonrió y se la bebió de un trago. Y me lo soltó:

  - Quiero que me folles como nunca me han follado, ahora, estoy muy cachonda, venga, cabrón...

  Y cayó al suelo, muerta. Sí, el veneno era bueno. Había dado con la solución a mi problema. Y, de paso, le solucioné la vida a mi amigo, aunque él a lo mejor no lo iba a entender, era algo corto de entendederas.

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