martes, 4 de octubre de 2011

La jubilación de Ramirez (Remasterizado)


Faltaban pocos días para la jubilación de Ramírez y en la oficina todo parecía igual que siempre. Yo creo que no hubiera estado de más un poco de comprensión, un hombre se iba a marchar para no volver allí jamás, era como si se muriese… pero a nadie parecía importarle eso. 
Ramírez tenía ya sesenta y cuatro años, casi sesenta y cinco. Sólo le quedaban unos cuantos días más de trabajo y se acabó para siempre. Pasaría de ser un compañero a un simple recuerdo, a algo que se mete de refilón en alguna conversación: “Por cierto, ¿qué fue de aquél que se jubiló, cómo se llamaba? ¿Gutiérrez?”
Yo era algo más joven que él (no mucho más, pero por su aspecto él parecía mi padre), y nos hicimos amigos al poco de conocernos. Un buen tipo, Ramírez. Siempre me ayudó en el trabajo, desde el primer día en el que entré al departamento. Ramírez ayudaba a todo el mundo; a él le gustaba enseñar lo que sabía. Llevaba en la empresa más de veinticinco años y ya era como si viviese allí. 
Según me contaba, cuando salíamos ocasionalmente a tomar unas copas con algunos compañeros del trabajo, estuvo en el ejército cuando era joven, pero le echaron de allí por dejar malherido a un coronel que cuestionó su hombría, y luego participó en algunas guerras como mercenario. Eso es al menos lo que él me contaba, yo no tenía por qué dudarlo.
Un mes antes de su marcha, propuse a los compañeros hacer una colecta para comprarle un regalo de despedida; la mayoría se negó a pagar los diez euros que sugerí, diciendo que era mucho dinero, que yo estaba loco, que con cinco sobraba, que ya le darían una buena liquidación… Al final, después de contar el dinero recaudado, resultó que faltaban veintitrés euros para un reloj de calidad regular pero muy vistoso, y Gutiérrez (de mantenimiento) se los pidió prestados con alguna excusa tonta al propio Ramírez.
–Me da pena irme –me dijo mi amigo unos días antes– os voy a echar mucho de menos, a todos.
–Bueno, hombre, ahora tendrás todo el tiempo del mundo, podrás hacer lo que quieras.
–Ésta es mi vida, no tengo otra cosa. No sé en que voy a pasar el tiempo, la verdad. Ya sabes que vivo solo, me voy a aburrir como una ostra.
–¿No tienes algún hobby?
–Sí, me gusta el break dance, pero no me veo yo bailando con la chepa...
Ambos reímos. Era un tipo simpático, Ramírez.
Llegó el día de la fiesta por su jubilación, que celebramos en un restaurante bastante elegante y caro –recomendado por uno de los jefes–, y asistió toda la oficina en pleno. Claro, Ramírez prometió invitar con el dinero de la liquidación y, en esos casos, no se le ocurre a ningún familiar de nadie caer enfermo ni morirse. Cuando se presenta en tu vida una buena comilona de gorra, la salud mejora bastante, en uno mismo y en la gente de tu entorno y nunca surgen viajes imprevistos de última hora.
En cierto momento de la fiesta, se levantó Morales, el jefe de personal, e hizo un brindis:
–Quiero brindar por Ramírez, uno de los mejores, si no el mejor, empleados del departamento.
Todos levantamos las copas y brindamos. Ramírez y yo estábamos sentados juntos.
–Es curioso –comenté– qué cosas…
–¿El qué? –me preguntó Ramírez.
–No, nada, una tontería.
–¿El qué, coño?
–Nada, que Morales me dijo hace dos días que estaba deseando perderte de vista... que estaba hasta los cojones de un inútil como tú.  Pero lo diría en broma, ya le conoces.
–Claro que le conozco, no ha hecho una broma en su puta vida.
–¡Brindo por Ramírez! –dijo Margarita, de contabilidad– ¡Un hombre de verdad!
Todos brindamos.
–Qué maja es Marga –me dijo Ramírez con una sonrisa– igual que Rosaura. Si yo te contara...
–Ah, no hace falta, ya nos lo contaron ellas, entre risas.
–¿Cómo dices?
-Comentaban entre ellas, a voces, delante de todos, el tamaño de tus atributos, lo típico. Una decía que si era un cacahuete, la otra que si un bígaro, ya sabes, cosas de mujeres.
–¡Por Ramírez! –levantó la copa González, de recursos humanos– ¡el mejor de los mejores!
Bebimos todos, más que nada por la originalidad del brindis.
–Tiene gracia –dejé caer.
–¿El qué, el qué tiene gracia? –inquirió Ramírez, algo encrespado.
–Nada, nada, olvídalo.
–Está bien, lo olvidaré, ya he tenido bastante.
–Mira, te veo muy interesado, te lo voy a decir, ya que insistes: el cabrón de González quería echarte hace un año, pero no le dejaron los de arriba, esos del fondo de la mesa.
–Sí, creo que por lo menos los jefazos me aprecian.
–Bueno, dijeron que era cuestión de dinero, que era más barato que te jubilases y "aguantar al viejo de mierda" (literalmente) unos cuantos meses más, que lo mismo te morías antes, con algo de suerte.
–Vaya.
–Pero ya sabes, son cosas que se dicen, sin más.
–¡Por el gran Ramírez, el gran compañero, el gran amigo –dijo, bastante borracho ya Martínez– el dios de la empresa!   
–¿Qué opinas de éste? –me preguntó Ramírez– ¿qué me dices? es un gran compañero.
–Hombre, es amigo de Bermúdez y…
–¿Y?
–Recuerda que Martínez, después de haberse liado con tu mujer, se la recomendó a Bermúdez y…
–Ella me dijo que se iba a casa de su madre para pensar en lo nuestro, no sabía nada de eso que me cuentas ahora...
–Ah, entonces olvídalo, son solo rumores y unas fotografías que circulan por Internet, nada importante.
Por fin, le trajeron el regalo de despedida a Ramírez, el reloj.
–Gracias, amigos y compañeros, gracias. Os echaré mucho de menos.
–Y nosotros a ti, Ramírez –dijo Menéndez– dures lo que dures en esta vida.
–¡Brindo por Ramírez! –dijo Pérez– ¡el moribundo más simpático del planeta!
Todos bebimos.
–Ramírez –le dije yo– te he traído un regalo especial, ya que somos amigos. Esto es de mi cuenta. Me da vergüenza que lo abras delante de mí, discúlpame.
Le di el paquete y me fui al baño. Me había costado encontrar el regalo, pero mereció la pena el esfuerzo. Yo quería una Lehky Kulomet ZB-26/30, pero me falló el polaco que me la vendía y tuve que gastarme más dinero. Suerte que el suizo era más serio y me envió el subfusil ametrallador CBJ-MS PDW con el alimentador redondo de tambor de 100 municiones, listo para funcionar.
Desde el baño comprobé que sí, que parecía verdad lo que me contaba de que estuvo en el ejército, se notaba que sabía usarlo, el muy cabrón.
Esperaría a que acabase el ruido de los disparos, los gritos y todo el jaleo para salir, no me gustan las aglomeraciones ni el barullo. Quizá tardase, le dejé bastante munición porque hay cosas en las que no conviene escatimar.
                                                        FIN

jueves, 29 de septiembre de 2011

La Burocracia

La pobre viuda se presentó, de nuevo, en la ventanilla de Indemnizaciones y Suspiros.

▬Buenos días  ▬dijo, con su mejor voz lastimera▬ yo venía a...

▬Sé a que viene usted, señora ▬le interrumpió, impaciente, el funcionario▬ lleva viniendo todos los días de este mes y estamos a veintitantos ya. Ya le dijimos que...

▬Sí, sí señor, pero es que no sé qué hacer, necesito la pensión, tenga usted compasión de mi, por favor...

▬Señora, siempre le digo lo mismo: yo soy un mandado, yo no puedo hacer nada aunque comprenda su caso, no se crea que no lo comprendo. Pero ▬continuó solemnemente▬ la ley es la ley.

▬¡Ay, Dios mío! ▬se lamentaba la pobre mujer▬ Ay, Dios mío...

▬Señora, por favor ¿no ve que yo no puedo hacer nada más?

▬¿Y yo? ¿Qué quiere que haga yo? Mi marido está muerto y a mi nadie me paga la pensión que me corresponde, ¡Ay, Dios mío!

▬Por Dios, señora, no se ponga así... su marido era paralítico ¿verdad? tenía medio cuerpo inútil ¿no es así?

▬Sí señor, bien lo sabe usted que es así.

▬Pues bien, al morir, sólo se pudo certificar que murió medio cuerpo, compréndalo, no el cuerpo entero. 

▬Pero ya lo sabe, señor, cuando quedó paralítico...

▬Cuando quedó paralítico, señora, deberían haber pedido el certificado de media-defunción, como es la norma. Y juntando los dos certificados, voila, ya tenemos un muerto completo. Ahora ya es tarde, la petición ha caducado. ¡Que pase el siguiente!

martes, 27 de septiembre de 2011

Atropello y fuga

La noticia decía así, más o menos:

"En la madrugada de ayer, se produjo un atropello en la calle Trijueque, de Madrid, con el desgraciado resultado de dos muertos y un herido grave. Los muertos son una mujer de nacionalidad rumana y su hija mayor, de doce años.  Otra hija que iba con ellas, de ocho años, permanece grave en la UCI de un hospital de la capital. El conductor, que según testigos circulaba a más de ciento ochenta kilómetros por hora, se dio a la fuga, aunque dos horas más tarde se presentó en la comisaría. Se trata de una mujer de noventa y tres años que no tiene carné de conducir y que ya ha sido puesta a disposición judicial".

Esa mujer es mi madre. No sabéis con cuanto dolor escribo estas líneas, aunque os podéis hacer una idea. 

Me costó mucho convencerla de que se entregase, es muy terca y además cada día esta más sorda, tengo que chillar para que me entienda, a veces la tengo incluso que zarandear. Tiene tan mala memoria, además, que juraba no recordar nada mientras lloraba a moco tendido. Me costó muchas voces, amenazas y golpes convencerla, pero por fin entro en razón. Menos mal, porque yo tenía una resaca del demonio y no estaba para esas juergas. Ella aducía que jamás condujo un coche en su vida, que no sabía ni arrancarlo, que no entendía los pedales ni nada de lo que estaba pasando. Siempre fue muy tonta la pobre mujer. 

Yo soy un ciudadano honrado y cumplidor, no podía dejar el coche en la calle, con semejante golpe, a la vista de todos. Yo no recordaba nada de la noche, suelo beber sin control cuando salgo y me gustan ciertos tipos de mujeres y de drogas (no todas, en ambos casos). Por eso llevo el coche, para llegar antes a casa si me encuentro mal. No sé cómo se las apañó mi madre para cometer el delito, pero seguramente me estaba esperando y me cogió el coche cuando me dormí, ya digo que yo no recuerdo nada, sólo puedo decir que tengo un fuerte dolor en el pecho, seguramente una mala postura al dormir. 

Suerte que esa mujer ya está a buen recaudo, no cometerá más fechorías. Ya sé que es mi madre, pero hay que mirar por el bien de la comunidad y ser valiente ante las adversidades de la vida. Rezaré por ella, a pesar de todo.

El Bicho


Estamos hoy en el departamento de Plásticos, Nuevos Animales y Olvidos, donde un individuo de aspecto gris se presenta en la recepción.

- Muy buenas.

- Hola ¿qué desea?

- Venía a patentar un nuevo animal.

- ¡No me diga! ¿Otro? ¿No le parece que ya hay bastantes animales en el mundo?

- Hombre, no sé... No son como éste, el mío es especial.

- Ya, pero todos lo son ¿no le parece?

- Bueno, en cierto modo, sí, claro... pero éste es otra cosa.

- Bueno, a ver, dígame su nombre.

- Garrulo Paleto.

- Mmm veamos... Garrulos hay en todo el mundo. Y lo de Paleto... ¿es usted español, por un casual?

- Sí señor.

- A ver, hábleme de ese animal tan novedoso.

- Pues verá usted, éste animal será un ser privilegiado. Toda su vida la pasará en libertad, con comida abundante y muchas hembras a su disposición cada vez que lo desee.

- ¿Hembras? ¿Quieres hacer un animal macho?

- Sí, quiero patentar un nuevo toro, el Toro de Lidia.

- ¿Otro toro? Bah, ya tenemos muchos, no me parece una gran cosa, la verdad.

- Pero este lo he diseñado para hacer una Fiesta Nacional, un evento para divertir a la gente, algo que se hará famoso a nivel mundial. He pedido una simulación al departamento de Simulaciones y Zarandajas y ya la tengo.

- ¡Vaya! se ve que tienes pasta, eso sale bastante caro. Supongo que te mereció la pena, cuéntame.

- Pues salió mucho mejor de lo que pensaba. Grandes hombres de todo el mundo alabaron la fiesta, vieron el arte en ella, apreciaron el valor de los toreros, un éxito total.

- Suena muy bien, me vas convenciendo. A ver, ¿en qué consistirá la fiesta esa tan celebrada?

- Pues, resumiendo bastante para no aburrirle, le diré que la fiesta se hace en una gran plaza redonda, con suelo de tierra; la plaza está rodeada por asientos en tres o cuatro niveles, donde se ponen los espectadores asistentes al acto. Aunque se suelen poner sentados, los llaman “tendidos”.

- Curioso. ¿Cuántos jugadores salen?

- Salen varios, a los que llaman maestros, aunque la mayoría no saben ni leer ni escribir. 

- Vaya, una fiesta humorística, por lo que veo

- Exacto, eso es. 

- Bueno, continúa contándome…

- El caso es que uno de los maestros, con una especie de manta de color rojo y amarillo, se pone a silbar, tira una gorra al aire y sale el toro, corriendo que se las pela, por la plaza. Entonces el maestro le da unos pases con la manta y se aparta cuando el toro le va a dar una cornada.

- Parece lógico. 

- Luego sale un tipo forrado con una especie de armadura, encima de un caballo, con una lanza de punta afilada y se dedica a pinchar al toro en el lomo, haciéndole sangrar. Después, unos tipos vestidos como el torero, otros maestros en mallas, salen corriendo y le clavan a toro unos pinchos de colores muy vistosos en el lomo, haciéndole aún más sangre, hasta que el toro cambia de color.

- ¡Qué barbaridad!

- ¡No, hombre, no! Eso le encanta al toro, por lo visto.

- ¿Quién lo dice?

- Los estudiosos. En la simulación, ellos tienen pruebas irrefutables de eso y tachan de ignorantes a los que les contradicen.

- ¿Cómo saben que al toro le gusta ese trato? Que yo sepa, los humanos no conocen apenas cómo funciona su propia mente. Supongo que al toro le compensará ese trato, sabiendo que luego tendrá esos magníficos pastos de los que me hablaste antes.

- Bueno, eso no es exacto. Al toro lo matan de un navajazo al final del acto, ante el clamor de los cultos espectadores.

- Me dejas de piedra, no sé qué decirte…

- Luego tengo otras aplicaciones posibles; por ejemplo, pegándole fuego a los cuernos y soltándolo por el pueblo, las buenas gentes pueden torturar al animal, sabiendo que a él le encanta ser tratado así, ya que para eso existe. Pensé también en el toro campanero, pero ya tienen una cabra, que es más manejable para ser arrojada desde lo alto de la iglesia.

- Bueno, déjame los papeles del diseño y ya veremos si te lo autorizan, aunque no lo creo, nadie es tan imbécil de aprobar eso.


lunes, 19 de septiembre de 2011

Big Bang Reloaded


En el departamento de "Soluciones, Anhelos y Chapuzas" no había mucha actividad. Tras la ventanilla disponible, se escuchó la voz del atendedor: 

▬A ver, que pase el siguiente y que sea breve, no tenemos una vida por delante.

Era la fórmula protocolaria. Al momento, alguien se presentó. 

▬Muy buenas ¿qué deseas?

▬Buenas. Quisiera hacer un universo estable de tamaño medio.

▬¡Vaya! No pides cualquier cosa, muchacho. ¿Traes los permisos?

▬A eso vengo precisamente ¿no es aquí donde se dan?

▬Quiero decir que si tienes los permisos de tus maestros. 

▬No, pero ya los traje la primera vez que vine.

▬A ver, dime tu nombre.

▬Dios.

▬Ah, sí, sí, me suena. ¿No eres tú el que organizó una buena movida? te hiciste famoso, muchacho. Eras el tema de conversación y jolgorio en todas partes.

▬Qué quiere, a uno le gusta ésto de crear...

▬Ya, pero podrías montar un pollo, si me permites decirlo así, de tres pares de cojones, otra vez. ¿Ya no te acuerdas de lo que pasó?

▬¿Cómo no me iba a acordar? era mi primera vez...

▬No es eso lo que tengo entendido. Ni la primera ni la segunda ¿verdad?

▬Bueno, vale... Sí, es verdad... tuve un par de intentos, pero esos no los cuento. Ambos fallaron.

▬¡Qué bueno! ¿y te parece que el último no falló? ¿cómo llamas a lo que pasó, un éxito sin precedentes?

▬Bueno, sin precedentes, sí. Lo que quiero decir es que las dos veces anteriores, las que digo que fallaron, no duraron mucho; no valían para nada. La primera vez me salió una pelota inmensa y anodina de barro marrón y pegajoso, partículas autistas, una bola sin posibilidades, una porquería universal. La segunda vez,   resultó que era todo gas inerte, aburrido y soso, peor que la otra. Por eso no quiero contar esos dos intentos como universos.

▬Ya. En esos dos primeros ¿usaste el big bang?

▬No, no. Quise innovar y hacer universos infinitos. Suprimí el tiempo.

▬¡Claro! los jóvenes nunca aprenderéis. Os colocan el infinito delante de las narices y pensáis que podéis dominarlo. Lo sabéis todo, hasta que ya es tarde cuando aprendéis que no sabéis nada. En fin, dejemos el tema porque ya no tiene solución. En el tercero, lo usaste ¿verdad?

▬¿El big bang? Sí, lo usé, y me salió bastante bien, no es porque yo lo diga.

▬Supongo que al decir "me salió bastante bien" te refieres al principio, porque en éste sí metiste el tiempo, una sabia decisión. Pues sí, el principio sí te quedó bien, pero tampoco es para tanto; un big bang bien calibrado no tiene por qué fallar.
 
▬Ya lo sé, eso se aprende en el primer curso.

▬Sí, lo sabes ¡qué me vas a decir! Entonces ¿por qué tuviste que cagarla, por qué recurriste a técnicas tan peligrosas? 

▬Era un poco aburrido. La verdad es que todo era aburrido. Además, no vi nada peligroso en lo que hice.

▬¿Aburrido? ¿No viste la belleza extraordinaria de los cúmulos galácticos? ¿No te gustó la infinitud de colores y formas, la explosión de entropía?

▬¿La explosión de entropía?

▬Bah, no lo ibas a entender. ¿Por qué te pareció aburrido, alma del vacío?

▬Esas bolas metálicas, todo el tiempo dando vueltas alrededor de las pelotas de luz... esas piedras siempre rodando por ahí, sin ton ni son, esos trozos enormes de hielo sucio, ese universo, expandiéndose de forma previsible...

▬Eres único viendo la belleza de los mundos, un poeta, contigo da gusto. ¿Te brotaron agujeros negros? 

▬Sí, unos cuantos. Pero son un rollo, no se ve nada en ellos.

▬Por eso se llaman así, que pareces tonto. 

▬Era todo tan cuadriculado y deprimente... me aburría mucho, de verdad.

▬Ya. Entonces, por eso te pusiste genial ¿verdad? tuviste que jugar con el carbono.

▬No parecía peligroso, era como cualquier otro elemento. Y combina muy bien.

▬Eso también es de primer curso, listillo. Te lo advierten claramente: ojo con el carbono y el silicio. ¿O no es así?

▬Sí, pero es que siempre estáis igual: cuidado con esto, cuidado con lo otro... si por vosotros fuera, no haríamos nunca nada.

▬¡Mejor nos iría así! ¿no eres consciente de lo que pasó? 

▬Lo del ADN me pareció buena idea.

▬Desde luego, hay que reconocer que estuviste muy despierto, pero no te des tantos humos. ¿De verdad piensas que lo inventaste tú?

▬Yo... pues sí, eso pensaba... ¿no?

▬Pues no, estás en otro error, chaval. Tenemos el ADN desde hace mucho, y el PRS, y el ZTT y el...

▬¿Qué son esas cosas?

▬Nada que tú tengas que saber, sólo nos faltaba eso. Metiste la pata, aunque empezaste bien. No nos importó la vida, es algo bueno. Nosotros hemos conseguido algo parecido, pero hay que reconocer que la tuya era más compleja y rica en matices. Quedamos encantados con el espectáculo que montaste, esa es la verdad. 

▬Gracias.

▬Te salieron plantas y animales increíbles, disfrutamos mucho y también nos reímos, aunque te pasaste un poco con el pino-rana volador, tuvimos que extinguirlo nada más nacer, era una aberración. En cambio, la garrapata, ¡vaya descubrimiento genial! 

▬Gracias de nuevo. ¿Por qué os cargasteis a los dinosaurios?

▬Bueno, eso... en fin, no voy a negarlo. Uno de los dropillos, jugando, dejó caer unas migas de bollo sobre el planeta y se organizó un tinglado sísmico, con truenos, relámpagos, rayos y centellas, aparato eléctrico y aerodinámico, maremotos y huracanes, seguido de una larga época de oscuridad que provocó catarros incurables a los pobres dinosaurios. El dropillo fue castigado sin universos durante un instante. 

▬Pobre dropo, tampoco es para tanto.

▬Tú eres demasiado bueno, Dios. Pero también eres un inconsciente ¿por qué le hiciste eso al mono? No era el animal adecuado, no sé cómo no te diste cuenta.

▬Quería hablar con él, sentía curiosidad por sus sentimientos.

▬No me lo creo. Querías que te adorasen ¿eh? Querías que alguien te dijese lo bueno que eres, lo que sabes y lo bien que organizas todo ¿verdad?

▬No, en serio, no me interesa ser adorado por seres inferiores, no tiene sentido ¿para qué sirve eso? Quería entretenerme, sin más.

▬Y le diste inteligencia, por las buenas. A un mono. ¿Por qué no elegiste a una garrapata? No, tú preferiste un bípedo, sabe la nada por qué. Y encima van diciendo por ahí que es "a tu imagen y semejanza", nada menos. ¿De donde sacaron esa idea?

▬No lo sé, creo que algún borracho empezó a escribir una especie de relato corto sobre el origen del mundo, pero se animó el hombre y le salió una antología de cuentos fantásticos, un ladrillo cósmico, donde contaba unas cosas muy alucinantes y divertidas. ¡Qué imaginación! En uno de los relatos, un tal Noé metió en una barca una pareja de animales de cada especie porque empezó a chispear. Por lo visto, yo le dije que lo hiciera. 

▬Supongo que el incidente con los dinosaurios les hizo algo exagerados.

▬Debió ser eso, no sé que otra cosa podría ser.

▬Claro, tú no tuviste nada que ver. ¿No te apareciste a ellos alguna vez?

▬¿Yo? qué va, nada de eso. Pero se me fue de las manos el invento, lo reconozco. Mandé a un observador, advirtiéndole claramente que no se metiese en los asuntos de nadie, sólo que recabase información. ¿Y qué hizo? Se puso a predicar y a decir tonterías, que si yo era su padre, que si el amor al prójimo, que si el espíritu de un palomo... total, se le fue la cabeza y al final lo crucificaron. 

▬Ya lo sé, tuvimos que mandar un rescatador a buscarlo, con lo caro que sale. ¿A quien se le ocurre ponerse a razonar con unos tipos que le cortan la cabeza a un pollo a mordiscos, tiran cabras desde campanarios y le pegan fuego a los cuernos de un toro, sólo para divertirse?

▬Pensaba que la inteligencia era otra cosa, francamente. No sabía que iban a portarse de esa manera, prometiendo la vida eterna en mi nombre, creando ridículas agrupaciones religiosas y matándose entre ellos por amor hacia mí y ese tipo de barbaridades que hicieron. 

▬Ciertamente, la inteligencia es otra cosa. Pero no se le puede dar a un mono, no la asimila, no encaja bien en su cerebro. En cambio, las garrapatas...

▬Sí, bueno. Menos mal que al final se arregló la cosa.

▬¿Se arregló? ¿Tú crees? ¿Así, espontaneamente?

▬Sí... ¿No?

▬¡NO! Eres tan cándido... no pudimos dejarles seguir, apestaban. No iban a ninguna parte, cada día estaban más corrompidos, más perdidos. Decidimos organizar un big crunch de emergencia. Primero exterminamos a la raza humana, limpiamente.

▬¿Cómo? yo no estaba, me pilló en una conferencia límbica.

▬Ya, te llamamos allí pero no te encontraron ¿qué hacías? nos hablaron de ciertas ninfas...

▬Ejem, nada, nada. Bueno, ¿Cómo fue lo de los humanos?

▬Exterminarlos fue fácil: sólo tuvimos que dotar de una inteligencia superior a otro animal.

▬¿La garrapata?

▬No me jodas, el listo éste. Pues no, aunque yo insistí en ello, me dijeron que no era el animal más adecuado. Elegimos al pollo.

▬¿Por qué al pollo?

▬Los tenían hacinados, apretujados, sin dejarles ni moverse, haciéndoles comer sus propios excrementos y luego los mataban, los pelaban, los plastificaban y los vendían para el consumo humano. Imagínate lo encabronados que estaban. En cuanto les dotamos de inteligencia, no tardaron en cepillarse a la humanidad, apenas en un par de años terrícolas y después se ventilaron al resto de animales del mundo. Sólo quedaron vivas las plantas. Hasta que un mal día una gallina le pegó fuego a un bosque: lo habían descubierto. Entonces comprendimos que no había remedio, el defecto era de base, incurable.

▬Pero… había otros planetas con vida ¿verdad?

▬Claro, había miles de millones de planetas habitados por civilizaciones estables, prósperas y felices, auténticos paraísos terrenales, por decirlo de una forma que me entiendas.

▬Pero entonces por qué…

▬Porque el germen del mal estaba ahí, formaba parte del universo que hiciste, era imposible de erradicar. Por eso tuvimos que usar el big crunch express, muy a nuestro pesar. En lugar de esperar quince mil millones de años para el final, lo aceleramos y lo apañamos en tres cuartos de hora. Mira, tenemos la singularidad en este bote, de recuerdo. 

▬Muy bonita. Bien, como le decía, quiero crear otro universo, tengo algunas ideas...

▬Pues va a ser que no. Como no has parado de hablar y hablar, se nos ha hecho tarde. Ya está cerrado, vuelve la próxima eternidad.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Conversaciones de mujeres

Yo siempre me he preguntado cómo será una conversación íntima entre mujeres, y me imagino que no será muy distinta a la de los hombres. Por ejemplo, dos amigas que se encuentran por la calle:

▬¡Coño, María Bernarda, cuanto tiempo!
▬Ramira, golfa ¿qué pasa? ¿de dónde vienes?
▬¿De dónde voy venir? de currar, joder, que no sé ni para que voy, todo el día rascándome el conejo, estoy harta. ¿Y tú?
▬Acabo de dejar a un pavo en su casa, uno de la oficina que me estoy cepillando.
▬¿Tú? vamos no me jodas, con ese chocho canijo que tienes, a ti no te cabe ni la polla de un chino.
▬No me seas zorra, sabes que eso es mentira, cuando quieras te lo enseño, es más grande que el tuyo. Tengo una raja de seis palmos.
▬Tú no tienes tetas para sacar el coño en la calle, ¡putón!
▬Y tú siempre igual de guarra, no cambias. Anda, vamos a tomar unas birras.
▬Vale, pero deprisa, que tengo a los niños con el pariente y se me va a mosquear. Le voy a comprar unas flores y esta noche me lo tiro, a ver si quiere, que últimamente le duele mucho la cabeza.
▬Tú déjame a mi, que le enseño la raja y se corre vivo.
▬Pues yo me follé al tuyo y no es gran cosa, la verdad.
▬Calla, putón.
▬Cállate tú, zorrupia.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Obsoletos




I


Pagó el viaje con una moneda de un euro y el conductor le dijo amablemente que había subido: ahora costaba un euro con diez. Se disculpó y depositó los diez céntimos en la bandeja. Recogió el ticket y buscó asiento, aunque el autobús le dejaría en apenas cinco minutos a las puertas de la estación del tren.

Tenía que bajar al centro de la ciudad a resolver unos asuntos de poca importancia. No le apetecía nada ir, últimamente todo le costaba más trabajo de lo habitual, pero acabar ahora con un par de cosas pendientes le evitaría luego muchos más problemas y dolores de cabeza. 

Intentó comprar el billete para el tren en la máquina automática de la estación, pero ésta le devolvía las monedas.  Lo intentó varias veces hasta que se rindió.  Buscó, con fastidio, un billete en su cartera, y lo metió en la ranura. La maquina lo devolvía. Era un billete viejo de cinco euros, probaría mejor con uno más nuevo. El de veinte euros, flamante, también era rechazado. "Malditas máquinas" pensó.  Tendría que ir a la taquilla, tampoco era para desesperarse.

Pagó al taquillero el importe exacto, dos euros con cuarenta, y ambos se agradecieron mutuamente el intercambio y se desearon un buen día.


No era una hora punta y el tren iba casi vacío, como a él le gustaba; las aglomeraciones eran un castigo que a veces había que soportar. Hoy podía elegir un buen sitio.
Ir sentado en el vagón, al lado de la ventana por donde entraba un agradable sol otoñal, era muy placentero y  hoy, se decía el viajero, el calor le llegaba a uno más abajo de la piel, una sensación extraña pero deliciosa. El sol no quemaba, calentaba por dentro y por fuera, por decirlo de alguna forma.

Llegó a su destino más pronto de lo que hubiera deseado, estaba tan a gusto que le supuso grandes esfuerzos salir de su estado somnoliento para enfrentarse con la realidad. Se hubiese quedado en aquél asiento un rato más, pero también sentía cierta rara felicidad ▬algo curioso porque no tenía motivos para ello▬ y se levantó.     


No había mucha gente por la calle, era una hora en la que cada uno estaba en sus asuntos cotidianos y sólo andaban por ahí los desocupados como él y algún niño haciendo novillos, como el que se le quedó mirando fijamente, con los ojos como platos y la boca entreabierta. El le sonrió, pero el niño pareció asustarse aún más y echó a correr. El hombre se rió de aquello, los niños son tan imprevisibles...
  
Pasó por un estanco y decidió entrar, no tenía ninguna prisa y podría comprar un cartón de su tabaco favorito.

La dependiente, una chica joven y guapa, se le quedo mirando, como extrañada. Él pidió el tabaco y ella tardó en reaccionar; siguió mirándole un par de segundos más y, por fin, le atendió. El hombre pensó que quizás hubiese ligado, no solían mirarle así. A lo mejor era su día de suerte.


▬Son cuarenta euros ▬dijo la dependienta. La voz sonó algo temblorosa, y no dejaba de mirarle con una mezcla de fascinación y miedo.


El le entregó un billete de cincuenta. Ella lo pasó por una máquina que emitió una luz roja y tres pitidos al hacerlo.  Repitió la operación y pasó lo mismo. La tercera vez, igual.


▬Lo siento, señor, éste billete es falso.


El le explicó que no podía ser, que el billete se lo dio un cajero automático ayer mismo, pero comprendió que la chica no podía quedarse con dinero falso a sabiendas, nadie es tan tonto. Le dio otro billete ya que por suerte llevaba dos. La chica lo pasó por la máquina y también resultó ser falso. El hombre se puso algo inquieto, aquello era muy extraño, mientras que la chica parecía más preocupada por mirarle de esa manera como alucinada, como si mirase a un extraterrestre, que del asunto de los billetes.


▬Puede que la máquina esté estropeada ▬sugirió el hombre▬ es mucha casualidad que el cajero me de dos billetes falsos ¿no le parece?


La dependiente asintió, pero parecía ida, sin moverse, mirando a través de él. El hombre continuó hablando:


▬¿Por qué no prueba con alguno de sus billetes?
Pasaron dos o tres segundos hasta que ella pareció entenderlo. Por fin, abrió el cajón, sacó un billete, lo pasó por la máquina validadora y ésta emitió una luz verde. El billete era bueno. Volvió a probar, en un momento de lucidez, con el billete del cliente, y la maquina insistía en que era falso.


El hombre, un poco avergonzado sin ser culpable de nada, cogió su billete de entre los dedos de la joven y, sin decir palabra, se marchó. La chica estuvo sus buenos treinta segundos como una estatua con los ojos redondos, la boca abierta y la mano extendida sujetando un billete que ya no estaba allí.


En la misma calle del estanco, un poco más adelante, había una sucursal de su banco, con cajeros automáticos, y allí se dirigió. Precisamente uno de los asuntos que tenía que resolver era en el banco ▬un pago de última hora▬ y aprovecharía para aclarar el cómico asunto de los billetes.


Estaba cada vez más cansado, pero cada vez más absurdamente feliz, no sabía por qué, tal vez había tomado alguna droga inadvertidamente. Era algo que nunca había sentido, aunque esperaba que durase para siempre. Por el camino se cruzó con varias personas y todas le miraban igual: con los ojos muy abiertos y un gesto de asombro en el rostro.


Llegó a la sucursal, metió una tarjeta de crédito en el cajero, tecleó el PIN y la pantalla le mostró el mensaje "TARJETA RETENIDA. CONSULTE CON SU BANCO". Soltó una carcajada por el absurdo de la situación y se sorprendió bastante de notarse tan feliz, dado el cariz que iban tomando las cosas. Aunque estaba seguro de lo que iba a pasar, probó con otra tarjeta. Pasó exactamente lo que se esperaba: tarjeta retenida, mensaje en la pantalla.


Entró al banco y se dirigió al mostrador para hablar con algún empleado de la oficina. Todas las miradas de la media docena de clientes, más la de los tres o cuatro empleados, convergían en él. Cuando pasó por delante de un espejo adosado a la pared y se miró instintivamente en él,  lo comprendió todo: era translúcido, podía ver a través de su cuerpo, era como la representación típica de un fantasma. Aquello le hizo una gracia inmensa, abrió los brazos, estalló en carcajadas y desapareció completamente. Dentro del banco se escuchó un sonido como el que hace una botella de cava al saltar el tapón, amplificado cien veces,  y se pudo ver un fogonazo frío de luz azul simultáneamente. Fuera del banco nadie sintió nada.

II


El controlador de la zona le dijo al supervisor general: "ha vuelto a pasar, amigo" y siguió mirando sus datos en el aire.


▬¿Cuantos van? ▬preguntó el supervisor general. 

▬En ese sistema estelar ▬respondió el controlador de la zona▬, dos esta semana. Ha bajado mucho el porcentaje, pero no hemos resuelto el problema totalmente.


▬¿Efectos importantes?


▬En una oficina bancaria había varias personas, hemos utilizado el olvido sónico. Como siempre, tendrán recuerdos confusos y poco concluyentes, simplemente pensarán que se han mareado.


▬Sí, es verdad. Y a los demás, nadie los va a creer. En ese planeta llevan siglos contando historias de fantasmas y una más pasará desapercibida. Intentemos arreglar el problema cuanto antes. No es grave, pero es irritante no poder controlar esa anomalía.


▬Sí, amigo. Estamos averiguando la causa de esa desaparición gradual, tenemos bastante centrado el problema, es cuestión de poco tiempo.


▬Bien, bien. Pero sobre todo tengo mucho interés en una cosa: ¿por qué se ríen?


                                                 FIN