(Reciclado de otro blog, escrito hace unos... ¿dos años? no me acuerdo ni creo que importe).
-¿Qué te pareció el partido? - dijo Romualdo, mientras yo estaba intentando entender a mi interlocutor, al otro lado del teléfono - Qué cabrón el árbitro, ¿no? se tragó dos penaltis como dos soles, y eso que Kalashnikov jugó de puta madre, limpiamente y con deportividad...
-¿Qué te pareció el partido? - dijo Romualdo, mientras yo estaba intentando entender a mi interlocutor, al otro lado del teléfono - Qué cabrón el árbitro, ¿no? se tragó dos penaltis como dos soles, y eso que Kalashnikov jugó de puta madre, limpiamente y con deportividad...
- ¿Qué? - dije yo, sin entender ni al del teléfono ni a Romualdo, ya que en la oficina había un ruido de fondo de mil demonios, conversaciones entremezcladas, risas y gritos... era viernes, la mayor parte de la gente esperaba el momento de salir con júbilo.
- ¡Coño, el partido de anoche, Pérez, que estás en Babia! - ¿Qué partido? - dije yo, inocentemente.
Es ese momento, escuché nítidamente el ruido de una mosca que pasaba a tres metros de mí. El silencio era total, si obviamos al cefalópodo (sí, vale, no sé mucho de especies animales, pero mencionar una palabra de esas da prestigio y los garrulos que leen esto no tienen ni puta idea de si un cefalópodo es una mosca o un baile gallego). Como decía antes de la clase, la gente se quedó paralizada y en completo silencio.
- Pérez, pareces gilipollas. ¿No sabes que anoche era el partido definitivo para los octavos de final del subcampeonato de terceros de ligas regionales? ¿en qué coño piensas?
- Ah, el partido - dije yo, avergonzado - claro que lo vi, hombre, por supuesto.
Mentía como un bellaco. No me gusta el fútbol, pero por suerte nadie de la oficina lo sabe.
- Pues vete preparando para esta noche, macho, ¡va a ser la caña! Mentía como un bellaco. No me gusta el fútbol, pero por suerte nadie de la oficina lo sabe.
Madre mía, no tenía ni puta idea de que me estaba hablando Remigio. Intenté hacer memoria, pero nada, no me acordaba.
- Ah, sí, va a ser la caña, sí... - Fíjate - dijo Raimundo - por primera vez se enfrentan dos equipos cuyas edades suman lo mismo que las del otro, restándole la del árbitro, asumiendo que éste tenga siete años menos, ¡hazte una idea!
Sí, ya me hacía una idea, Raimundo hablaba chino perfectamente, yo no le entendía nada.
- ¿Y qué te vas a poner? - me preguntó, a bocajarro, Rodolfo
- La chaqueta de tweed y los pantalones de nylon - contesté rápidamente, esta vez no me habían pillao en un renuncio
- ¿Pero qué dices, gilipollas? Me refiero a la gorra, si vas a llevar la blanca o la roja.
El hijoputa me estaba metiendo en un compromiso, pero intenté salir lo más airoso posible.
- La roja, me pondré la roja.
- ¿LA ROJA ? Desde luego, Pérez, cada día te desprecio más - exclamó Rosaura, mientras se miraba las uñas inocentemente.
- Era broma, quise decir la blanca...
-¡LA BLANCA ! ¡SABÍA QUE ERAS MARICÓN!- saltó al momento Rufina, la más puta de la oficina pero que sabía mucho de fútbol - ¡No vuelvo a salir contigo ni a cagar! - esto lo dijo señalándose el culo con su delicadeza innata, es una mujer con clase.
- Últimamente - dijo Tarsicio (ya no me sé más nombres ridículos con R) - no te vemos en ninguno de los partidos importantes, como la semifinal de colistas de la copa de la comunidad, ni el partido amistoso entre equipos semifinalistas de torneos ilegales ¿dónde te sientas? ¿con los críos?
Toda la oficina estalló en risas, eso les pareció el colmo de la diversión. ¿Cómo iba a decirles que no tenía tiempo de ir a ninguno de los partidos porque sus mujeres, unas chicas preciosas, simpáticas y dulces, se sentían solas siempre que sus maridos iban a pegarle gritos a unos individuos corriendo en calzoncillos por un prado? uno tiene su corazoncito, coño, no sabré de fútbol, pero no me gusta decepcionar a mis compañeros de trabajo, hasta ahí no llego.
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