Eran la siete de la tarde y ella no había llegado... eran las siete de la tarde y no había llamado. Eran las siete de la tarde y él estaba muerto de pena, las siete de la tarde y el mundo se venía abajo...
Y seguirían siendo las siete de la tarde eternamente, a menos que le cambiase la pila al reloj, menudo paleto.
Veo que empiezas a iniciarte en eso de los microcuentos.
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