miércoles, 22 de junio de 2011

SOY FELIZ

     Sí, amigos. Tengo que decirlo sin recato: me considero el tipo más feliz del mundo.

     No es por dar envidia, es sólo que me apetecía compartir esta felicidad con vosotros, amigos del alma.

     La vida me trata a las mil maravillas, no me puedo quejar. Tengo todo lo que un hombre puede desear, incluso más. Noto que mis vecinos me miran con cierta envidia, casi siempre muy mal disimulada, pero no me importa. Nada en este mundo podría empañar mi felicidad.

     Soy consciente de que la perfección causa rechazo, es insoportable para la gente normal. Pues bien, eso no debe preocuparos, mi felicidad también tiene minúsculas, casi imperceptibles, esquirlas de infelicidad.

     Irónicamente, estas pequeñas motas hacen que la felicidad sea aún más perfecta, ya que pierde la repugnancia antes mencionada y es soportable por la plebe.

     Que conste que sólo mencionare esas prácticamente inexistentes impurezas para intentar explicaros lo que quiero decir. De hecho, tengo que hacer grandes esfuerzos por encontrar alguna, pero trataré de hacerlo.

     Por seguir un orden, y para hacer más corta la explicación, utilicemos como referencia una cita de algún libro de filosofía avanzada cuyo título no recuerdo ahora mismo, pero no importa, cuento con una memoria extraordinaria que no se acompleja por esos micro lapsus imperceptibles, y he de decir también que cuento con una memoria extraordinaria que no se deja acomplejar por esos micro lapsus imperceptibles.

     La cita (espero que todos la entendáis, es penoso andar explicándolo todo) dice así:

                              "Tres cosas hay en la vida: Salud, Dinero y Amor".

     La frase, para explicarla clara y concísamente, intenta decir que en la vida hay tres cosas importantes, la salud, el dinero y el amor. Espero que haya quedado claro.

     Siguiendo ese orden preciso, empezaremos con la salud.

     Mi salud es absolutamente perfecta. Si alguien me dice que tener cálculos en el riñón y esporádicos cólicos renales es estar mal de salud, me río en su cara. De hecho, me avergüenza haber considerado semejante menudencia como una de las pequeñas impurezas, no llega ni a eso. 

     La tos de la mañana es propia de un hombre de mi edad, fumador empedernido. Me impide respirar, sí, pero es algo pasajero, ya me veis, dando felices toques a las teclas. No puedo correr más de veinte centímetros sin jadear, pero correr es de cobardes y yo no soy cobarde.

     De pasada diré que el dentista la ha tomado conmigo (probablemente a causa de mi felicidad) y me llama cada semana para sacarme dientes y muelas y hacerme taladros en las encías, dice que para ponerme unos dientes mejores. Duele, pero ¿desde cuando un simple y persistente dolor de muelas ha hecho infeliz a alguien? no digamos estupideces, ¡por favor!

     Una vez demostrado que mi salud es perfecta por completo, pasemos al dinero.

     En general, el dinero se consigue trabajando. Yo no necesito trabajar, me paga el Estado. Yo creo que me consideran importante y no quieren pagarme mucho para no ofenderme. Sólo tengo que pasarme por allí cada tres meses a saludarles y todos tan contentos.

      Hace seis meses, un señor muy simpático de la empresa donde yo trabajaba me dio un poco de dinero y me dijo que era libre de irme y que no hacía falta que volviese más. No me lo podía creer, era más de lo que nunca podría haber soñado. De manera que podía dedicarme a no hacer nada y, con un dinerillo extra y cobrando. Para más satisfacción general, ese dinerillo extra nos hizo felices, primero a mi y luego al dentista. ¡Con qué alegría taladraba el hueso de la mandíbula, qué ímpetu, qué pasión! Yo chillaba y lloraba de alegría, saltaban lágrimas, saliva y sangre, en una orgía de felicidad y perfección...

     Como queda demostrado, el dinero para mi no es problema. Además, como no necesito comer a diario, casi me llega lo suficiente para comer hasta casi dos semanas antes de volver a cobrar el subsidio, por lo que con una pequeña ayuda de mi familia y amigos, que cada día disimulan peor su envidia, tengo lo suficiente para vivir felizmente. 

     En el amor, todo es perfecto. Me cuesta mucho trabajo encontrar una de esas esquirlitas microscópicas, veamos... ah, sí, una (casi lo olvido): La mujer de la que estoy enamorado me ha abandonado, después de muchos años juntos. Lo que era amor, o al menos lo parecía, se ha tornado en olvido y despreocupación, pero ¿hay felicidad completa si a uno no le rompe el corazón la persona que más quiere? no, amigos. Cuando uno se siente alguien y de repente el amor le da un golpe, le tira al suelo y le demuestra que no vale una mierda, que cualquier tipo de la calle es más importante para ella, su amor, que él mismo, la felicidad no se resiente porque eso son minucias, cosas sin importancia...

     Pero no vamos a mencionar esas cosas tontas, como la angustia de esperar una llamada que no llega, con lágrimas en los ojos... no, no, hablemos de cosas serias. 

     No merece la pena hablar de la felicidad, es algo inherente al ser humano que viene incluido en los genes, como la calvicie o el tercer ojo.

      Soy tan feliz que me doy asco de mi mismo.

4 comentarios:

  1. Al leerte no he sentido envidia ninguna. Lo que me ha entrado ha sido la risa tonta, floja o lo que sea.

    Que se mejore de su felicidad crónica.

    ResponderEliminar
  2. Teseo, casi nadie reconoce sentir envidia, parece algo vergonzoso. Tú no ibas a ser menos, te comprendo.
    Sea como sea, te agradezco que le leas y aún más que comentes, gracias

    ResponderEliminar
  3. ¿Y te han despedido a causa de la edad o por simple incompetentencia por tu parte?

    Qué pregunta más tonta. Habrá sido por envidia...

    ResponderEliminar
  4. Me echaron por todo eso y porque acepté un puñado de dólares que me dieron con mucho gusto.

    ResponderEliminar